Adaptado de "El primate responsable" de Fernando Silva Santisteban. (*) El género Homo
Si bien es cierto que el bipedismo abrió el camino hacia la humanidad, nuestros ancestros solo alcanzaron la condición humana cuando fueron capaces de fabricar instrumentos de acuerdo con un modelo regularmente establecido. El hombre es el único animal que hace herramientas.
Hay vestigios de útiles de madera y no hay duda que este material fue muy usado por los homínidos, lo mismo ocurre con las conchas, los huesos y las astas. Aunque no se puede precisar con exactitud cuando apareció la conciencia técnica, la vía para inferir su desarrollo es el ascenso progresivo de las series de utillaje y de los movimientos coordinados que se requería para su fabricación. Pero es un hecho que los utensilios de piedra abrieron nuevas fuentes de alimentos a los homínidos, permitieron alimentar mejor a sus hijos y ensancharon la vida social. La aparición de las herramientas fue otro punto crucial en el desarrollo de la humanidad.
A diferencia de los huesos, que solo algunos acaban fosilizándose, los instrumentos de piedra son prácticamente indestructibles, constituyen gran parte del registro prehistórico y son los testimonios más objetivos sobre los cuales se evidencia la conciencia técnica y se puede reconstruir el desarrollo de la tecnología desde sus orígenes más elementales. Lo que llamamos técnica no es otra cosa que la habilidad o pericia con que se realiza un trabajo para lograr mejores resultados, que ya abstraída como un concepto general, constituye el conjunto de conocimientos y aptitudes propios de la forma de trabajo que se denomina tecnología.
Homo habilis: el primer hacedor de herramientas
La primera industria lítica conocida es la llamada
Cultura de los Guijarros (Pebble Culture) de Olduvai, o
Industria Olduvaiense, como que es la primera manifestación de lo que se denomina cultura, característica tradicional con la que se ha venido señalando la condición humana. Aunque no hay seguridad de que fuera el
Australopithecus o el
Homo habilis el autor de esta industria, los ejemplares más tempranos aparecen hace dos y medio millones de años y dan origen al
Paleolítico Inferior, ese larguísimo período conocido como la Edad de Piedra, que finalizó apenas hace diez mil años. Se trata de toscos
guijarros o núcleos a los que, golpeándolos con otras piedras, se les hizo saltar lascas que sirvieron como
cortadores y raspadores rudimentarios. Por esta misma época se registran las primeras evidencias de la existencia de nuestro género Homo, de allí que se hayan relacionado estas apariciones, porque representan la emergencia de la
población humana ancestral y las
primeras respuestas a las condiciones ecológicas del hábitat y a las alternativas del tiempo.
El barranco de
Olduvai, en
Tanzania, ha revolucionado la Prehistoria haciendo de África la cuna de la humanidad. Aquí
Louis y Mary Leakey, paleoantropólogos que han aportado los descubrimientos más señalados sobre los orígenes de la humanidad, hallaron en 1959 el
Zinjantropus (llamado ahora Parantropus boisei), homínido asociado con los toscos útiles de piedra y cuya edad triplicaba la antiguedad hasta entonces atribuida al hombre. En la década de los años sesenta,
Louis Leakey, conjuntamente con el primatólogo
John Napier y el paleoantropólogo sudafricado
Philip Tobías, descubrieron en la
Garganta de Olduvai un grupo de fósiles de homínidos con una gran capacidad craneana que va entre 590 y 690 cc. Basándose en este tamaño del cerebro, los científicos propusieron establecer un nuevo género, el
género Homo, y dentro de él a una nueva especie , la del
Homo habilis. Aunque otros especialistas cuestionaron si el aumento de la capacidad craneana era suficiente como para definir un nuevo género y cuan diferente era el hábilis del
Australopitecus africanus - ya que los dientes de las dos especies eran muy similares - en la actualidad los paleoantropólogos han aceptado ampliamente esta propuesta. Desde el punto de vista evolutivo se puede decir, como dice Richard Leakey, que los humanos abandonaron el patrón del crecimiento simiesco cuando el tamaño del cerebro superó los 750 cc.
Cráneo de Australopiteco y de un Homo habilis
La capacidad craneana del Homo habilis sugiere, pues, que la evolución cambió de ritmo con la cefalización y la dentición se hizo más humana con la reducción de los molares y premolares. Leakey concluyó que, aunque los australopitecos eran parte de la ascendencia humana, este nuevo espécimen representaba el linaje que con el tiempo daría lugar a los humanos modernos. Las manos son esencialmente modernas, aunque la curvatura de las falanges indica que era una arbóreo ocasional. Parece que este primer constructor de utensilios, quizás aún no usados de forma sistemática, completó su dieta a base de vegetales - frutos, bayas y raíces - con carroña y piezas pequeñas, cuya carne cortaba con guijarros afilados.
Homo ergaster: el primero en salir de África
En 1975, al este del
Lago Turkana, en el África central, se recogieron pruebas de un uevo tipo de homínido que existió entre 1,9 y 1,4 millones de años atrás y que coincidía con el período final del
Homo habilis en el este de África. Era diferente de todo lo anteriormente conocido y fue identifocado como
Homo ergaster y, aveces como
Homo erectus africanus. Esta nueva especie tenía un cráneo más parecido al de los posteriores seres humanos, con una tapa del cerebro de unos 850 cc y una bóveda relativamente alta y redonda. Su cara si bien todavía prognata, era relativamente delicada y sus molares más pequeños que los de sus predecesores. En 1985 se produjo otro hallazgo espectacular al oeste del lago Turkana: se encontró un esqueleto notablemente completo de un Homo ergaster adolesceste, el
"Niño de Turkana", que murió hace un millón seis cientos mil años.
Cráneo del Homo ergaster
Esqueleto reconstruido de un Homo ergaster
El
Niño de Turkana murió probablemente cuando tenía 9 años, más o menos, ya que le había salido sus dientes permanentes en
un grado comparable a un muchacho de 12 años. Midió alrededor de 1,55 m y de haber vivido hasta la edad madura se ha estimado que habría alcanzado la sorprendente estatura de 1,80 m. Su esqueleto era radicalmente diferente al de los primeros homínidos, poseía muchas de las características del
cuerpo humano moderno y sus proporciones eran naturalmente parecidas a la de los esbeltos nativos de la actual región de Turkana. Como dice
Tattersall, al fin había aparecido un homínido cuyo físico estaba claramente adaptado a la vida de las sabanas.
Hasta hace millón y medio de años las herramientas de piedra solo habían sido simples guijarros de los que se hacían saltar lascas de filo cortante para utilizarlas como cuchillos, sin forma específica. Con el
Homo ergaster aparece un nuevo tipo de instrumento: el
hacha de mano achelense - que se
difundió de Olduvai al África oriental, nororiental y del sur, después a Europa occidental, a Oriente Próximo, al oeste de la India y Pakistán -, como que fue el tipo epónimo encontrado en
Saint Acheul en N.O. de Francia del cual deriva su nombre. Estas hachas de mano eran talladas conforme a un
modelo standarizado que existía en la mente del fabricante antes de empezar su fabricación, lo cual señala un gran paso en su capacidad cognitiva. Las hachas de mano son objetos grandes, mas bien planos y en forma de gota, cuidadosamente modelados por ambas caras para lograr una forma simétrica y manuable que permita los diferentes usos para los que fueron destinadas.
El
Homo ergaster es el primero asociado al uso del fuego y, aunque las pruebas de su asociación primigenia son poco precisas, hay indicios de su uso hace millón y medio de años. La muestra más antigua son algunos adoquines y huesos quemados en un yacimiento sudafricano datado en 1,5 millones años. En
Chesowanja (Kenia) se han encontrado bolas de arcilla quemadas que indican la presencia de fuego y están asociadas a herramientas de piedra, más o menos coetáneas. No obstante,
se discute si el fuego en este lugar fue natural o producido. El problema, como dice Tattersall, está en que estos casos son asilados y tienen un millón de años o más que cualquier prueba concreta del uso del fuego en hogares, de manera que resulta dificil saber cuando fue producido y controlado. Mientras los instrumentos de piedra una vez inventados se convirtieron rápidamente en el repertorio de los homínidos, el uso del fuego ha sido intermitente hasta una fase bastante tardía. La
primera prueba fehaciente de la domesticación del fuego es relativamente tardía y proviene de
Terra Amata, un yacimiento al sur de Francia, junto a Niza, que tiene unos 400 milenios de antigüedad y fue probablemente obra del
Hombre de Heildelberg, en el hogar de una cabaña - el primer refugio construido por seres humanos de los que se tiene noticia - que contenía piedras quemadas.
Homo Erectus: el hombre que sometió al fuego
A fines del siglo XIX, exactamente en 1891, el médico y anatomista holandés
Eugene Dubois encontró en la
isla de Java los restos del
Homo erectus, al que denominó
Pithecanthropus erectus de Java. En realidad, era un
Homo erectus tardío que había salido de África hacía un millón de años. El
Hombre de Java, como también se le llamó, era un primate grande, casi del tamaño de un hombre actual que caminaba definitivamente erguido. Su cráneo, con
pronunciados arcos supraorbitales, se asentaba sobre un cuello poderoso y tenía la cabeza ligeramente echada hacia adelante y su
prominente mandíbula poseía grandes dientes. Se le llamó el "eslabón perdido" y debió ser mucho más hábil que cualquier antropoide, pues sus áreas cerebrales profundas y de asociación eran más complejas y los mecanismos relacionados con la visión eran más desarrollados. La capacidad craneana del
Hombre de Java era de 950 cc.
En 1927
Davidson Blake había hallado en la cueva de
Chou K'ou Tien, en China - el primer yacimiento cavernícola conocido - los primeros restos del comúnmente llamado
Hombre de Pekín,
Sinanthropus pekinensis, también denominado
Homo erectus sinanthropus, cuya capacidad cranenana era de 1000 cc. Posteriormente
Franz Weindenreich quien, continuando con los trabajos de
Blake, encontró los restos de 40 individuos, incluyendo
14 calaveras, 12 mandíbulas y 14 dientes. En 1974 se conocían cerca de cien individuos de todas las eddades y de ambos sexos. Sin embargo, lo más significativo del Hombre de Pekín es su colección de instrumentos, entre los que figuran
piedras talladas a modo de cuchillos y lascas desvastadas para utilizarlas como puntas y raspadores. Como fabricante de herramientas había progresado del primitivo guijarro al
hacha de mano, instrumento más eficiente aunque todavía muy tosco.
De excepcional importancia fue su asociación con restos de fogones y de huesos quemados, lo que demostraba que el Hombre de Pekín usó el fuego tanto para abrigarse - pues vivió en épocas de frío muy riguroso - cuanto para cocer sus aliemntos. Era ya carnívoro y necesitó también la ayuda de la cocción para digerir las grasas y la carne.
Los cráneos de Chou K'ou Tien fueron encontrados rotos por la base con el evidente propósito de extraerles la masa encefálica, lo mismo que los huesos de las extremidades que fueron fracturados longitudinalamente para sacarles el túetano. Todo esto hace pensar, según Koeningswaldt, que estos hombres tuvieron una costumbre muy humana: practicó el canibalismo. Parece también bastante posible la existencia de un ritual, lo que significaría la existencia de una creencia mágico-religiosa, ya que Bohlin y Blake encontraron que algunos de estos cráneos estaban llenos de pigmentos de ocre rojo y otros parcialemnte cubiertos con la misma sustancia. Esto estaría revelando que el Homo erectus ya un "culto a los cráneos", ligado a elocuentes signos de canibalismo, hace medio millón de años.
La cantidad de material óseo encontrado indicaba que el hombre de Pekín debió ser un hábil cazador, pues los desperdicios debieron atraer a muchas hienas, de las que se hallaron un millar de ejemplares. El Homo erectus utilizaba lanzas de madera para dar muerte a los animales grandes, a los cuales acorralaba usando antorchas e incendiando los herbazales. La tarea debió exigir operaciones previas y la cooperación de varos individuos, así como un "campamento base". Para ello debió poseer alguna facultad de comunicación, alguna forma de lenguaje esencial para enseñar a fabricar herramientas, ya que por burdos que hayan sido los artefactos, requerían de cierta técnica que era preciso transmitir, así como para coordinar las cacerías. Los hallazgos de Clark Howell en Ambrona (España) prueban lo dicho y, además, la gran expansión del Homo erectus en los continentes del Viejo Mundo.
En resumen, el Homo erectus aparece en África oriental hace 1,6 millones de años, se extiende al Cercano Oriente y se extingue en África y Eurasia hace alrededor de 200 mil años. A lo largo de este periodo su capacidad craneal pasa de 800 a 1200 cc. Fue el primer cazador organizado, utilizó el fuego y fabricó herramientas de forma sistemática. También fue el primero que vivión en campamentos estables y el primer homñinido migratorio. Ha quedado con el adjetivo ¿ya inadecuado? de "erectus" con el que se denominó a los primeros homñinidos hallados en el siglo XIX, puesto que la postura bípeda se había logrado ya mucho antes con el Australopiteco.
En 1997, la difusión del estudio sobre los descubrimientos de restos fósiles hallados en el yacimiento español de Atapuerca, en las proximidades de la ciudad de Burgos, revolucionó el campo de la investigación del proceso de hominización, al afirmar que hace 780 mil años ya existía en Europa especímenes del género Homo. Sus descubridores Juan Luis Arsuaga, Bermúdez y Carbonell atribuyen estos fragmentos fósiles a una nueva especie que han denominado Homo antecesor, la misma que sostiene fue ancestro directo de los seres humanos modernos y, de otra parte, de un linaje que condujo a los hombres de Neandertal. En todo caso, los restos del Homo antecesor son similares al Homo sapiens que cualquier otro homínido de su época.
Cráneo del Homo Antecesor