domingo, 25 de enero de 2009

LA EVIDENCIA FÓSIL DE LA HOMINIZACIÓN (Parte I)

Adaptado de "El primate responsable" de Fernado Silva Santisteban. (*)

Los primeros homínidos

En Julio del 2002 se informó de un hallazgo espectacular en Chad, en el desierto de Djourab del África central, realizado por un grupo de científicos de la Universidad de N'Djamena bajo la dirección del profesor Michel Brunet de la Universidad de Poitiers. Se trata del cráneo de un individuo perteneciente a una especie hasta hoy desconocida de homínido que caminaba erguido entre 7 y 6 millones de años atrás. El espécimen, de cara achatada y enormes arcadas supraorbitales, ha sido bautizado con el sobrenombre de Toumai, que en el idioma goran de África central significa "esperanza de vida". Era del tamaño de un chimpancé, pero su cráneo mide entre 320 y 350 cc. Ha sido clasificado como Sahelanthropus tchadensis y parece tratarse del homínido más antiguo conocido hasta la fecha, aunque algunos especialistas han puesto en duda tal afirmación.

Toumai, considerado el primer homínido

En términos generales, los paleoantropólogos están de acuerdo en que hace cinco millones de años aparecieron los primeros homínidos de la familia humana, ya diferentes de los chimpancés y de los otros antropoides. Sin embargo, nuestros ancestros más remotos no fueron simios como tampoco seres humanos en el sentido actual. Estos homínidos tempranos poseyeron un conjunto de adaptaciones físicas ajenas a cualquier modelo existente de primate: a la vez que se conservan su facilidad para trepar empezaban a desplazarse normalmente sobre sus extremidades posteriores cuando estaban en el suelo.

Hasta nuestros días los homínidos más tempranos conocidos son: le Orrorín tugenensis, cuyos restos fueron hallados en la región de Boringo, en Kenia, en octubre de 2000 y el cual vivió alrededor de 6 millones de años, pero es poco todavía lo que sobre él ha salido a la luz. Otro homínido temprano es el Ardipithecus ramidus, cuyos primeros restos fueron descubiertos por Tim White en 1994 y consiten en algunos huesos de las extremidades. Estos fragmentos fueron encontrados en el yacimiento etíope de Aramis y fechados en 4,4 millones de años de antigüedad. Se supone que vivía en un hábitat con árboles y vegetación elevada. Algunos paleoantropólogos lo han identificado como australopiteco.
Reconstrucción del Orrorín tugenensis

Reconstrucción del Ardipitecus Ramidus

Los Australopitecos

Los australopitecos son los especímenes más conocidos de un género extinto de la familia Hominidae. Son los primeros seres realmente parecidos a los humanos y su existencia se conoce desde el hallazgo del cráneo de un niño de Taung, al norte de la provincia del cabo en África del Sur, y de otros individuos del mismo grupo den Makapansgat. Fueron identificaods por Raymond Dart en 1924 como Australopitecus africanus (mono hombre del sur de Africa). Se han encontrado abundante fósiles de este género, así como de otras formas más grandes y robustas (Australopithecus robustus, Paranthropus crasiden, Meganthropus) , sobre los cuales todo indica que no alcanzaron la condición humana.
Cráneo del "Niño de Taung" (Australopithecus Africanus)

Los australopitecus no tuvieron ni las condiciones de los simios para desplazarse entre las ramas ni la facilidad de los humanos para moverse en el suelo, pero su adaptación resultó sumamente provechosa, como lo evidencia su estabilidad. Los individuos de este género se caracterizan, entre otras particularidades, por su tamaño entre moderado y muy pequeño y al parecer con gran dimorfismo sexual (los machos eran mucho más grandes que las hembras). Por la adaptación de sus extremidades inferiores a una postura erecta y su andar bípedo, por el tamaño de su cerebro de alrededor de 550-600 cc, mayor en comparación con el cerebro de los demás primates, por su esqueleto facial más grande, con pequeños dientes anteriores y por otras peculiaridades, constituyen una especie bastante bien definida. Las adaptaciones a la postura de la locomoción y la dentición anterior sitúan claramente a los australopitecus en la familia Hominidae, aunque se viene discutiendo su relación con el género Homo.
Esquema comparativo de la estructura dental de un chimpancé, un australopiteco y un ser humano

Otra especie parece ser la del Australopithecus anamensis que fue descubierta en 1965 en Kenia por un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard. Los investigadores estimaron la antigüedad del hallazgo en 4 millones de años, sin que entonces pudieran precisar la especie a la que pertenecía, ni proseguir la búsqueda de otros fósiles relacionados. En 1994 otro equipo dirigido por el paleoantropólogo keniata de origen británico Richard Leakey, encontró en ese mismo yacimiento dientes y fragmentos de huesos relacionados con los hallazgos anteriores. Leakey y sus colegas determinaron que los fósiles pertenecían a una especie muy primitiva de asutralopiteco, al que denominaron Australopithecus anamensis. Desde entonces los científicos han seguido encontrando fósiles del anamensis en yacimientos cercanos datados entre 4,2 y 3,9 millones de años de antigüedad. El cráneo de esta especie es parecido al del simio, pero su larga tibia indica que al caminar todo el peso del cuerpo se apoya alternativamenteen una de las extremidades inferiores, cosa que es habitual en la bipedestación. Su tamaño similar al del Ramidus, mide 1,51 n y se ha calculado que pesaba 45 Kg.
Reconstrucción del Australopithecus anamensis

Dentadura del Australopithecus anamensis



El Australopithecus afarensis, similar al anamensis, fue descubierto por Donald Johanson, conjuntamente con el gelólogo Mauricio Taieb, a fines de novimebre de 1974 en el desierto de Afar, en la localidad de Hadar, aunos 25 Km al norte de Addis Abeba (Etiopía). Se trata de los restos mejor conservados de un homínido de sexo femenino, con un hueso pélvico completo. Fue bautizado Lucy, vivió hace 2,6 a 3,6 millones de años y medía tan solo 1,07 m de estatura pese a que había alcanzado su mayor crecimiento.






Las huellas de Laetoli

La región de Laetoli, al norte de Tanzania, a unos 50 Km al sur del barranco de Olduvai, en la rama oriental del Gran Valle del Rift, se ha vuelto famosa por el descubrimieto de huellas que dejaron la caminar tres australopitecos, al parecer afarenses. Este hallazgo, realizado en 1978 por el equipo de exploración de Mary D. Leakey, consttuye uno de los hechos más extraordinarios de la paleontología, sobre todo porque se trata de una extraña e increíble sucesión de acontecimientos casuales que permitieron la conservación de las huellas.

Hace poco más de 3,5 millones años el volcán Sadimán, actualmente extinguido, arrojó una bocanada de ceniza que cubrió el paisaje de los alrededores con una capa de más de un centímetro de espesor. Esa primera bocanada de ceniza, que probablemente no duró más de un día, fue humedecida por la lluvia formándose una masa como la del cemento recién aplicado y en ella dejaron sus rastros diversos animales del Plioceno: elefantes, jirafas, un hiparión (antecesor del caballo), algunas aves e incluso algunos pequeños miriápodos, pero, en especial para el estudio de la bipedestación, tres homínidos que caminaron tal vez juntos en la misma dirección por un tramo de 25 metros. Abre la marcha un macho grande, mientras una hembra más pequeña camina a su lado y los sigue otro macho de tamaño mediano pisando sobre las huellas del mayor. El sol endureció las huellas que fueron luego cubiertas por otra capa de ceniza que arrojó el volcán antes que cayera otra lluvia y las borrara. Estas huellas han sido fechadas por diversos métodos en 3,6 millones de años y son testimonio de que en esa lejana época caminaron por allí homínidos totalmente erguidos, dejando una marca asombrosamente perdurable de su paso.

sábado, 24 de enero de 2009

LA EVIDENCIA FÓSIL DE LA HOMINIZACIÓN (Parte II)

Adaptado de "El primate responsable" de Fernando Silva Santisteban. (*)

El género Homo

Si bien es cierto que el bipedismo abrió el camino hacia la humanidad, nuestros ancestros solo alcanzaron la condición humana cuando fueron capaces de fabricar instrumentos de acuerdo con un modelo regularmente establecido. El hombre es el único animal que hace herramientas.
Hay vestigios de útiles de madera y no hay duda que este material fue muy usado por los homínidos, lo mismo ocurre con las conchas, los huesos y las astas. Aunque no se puede precisar con exactitud cuando apareció la conciencia técnica, la vía para inferir su desarrollo es el ascenso progresivo de las series de utillaje y de los movimientos coordinados que se requería para su fabricación. Pero es un hecho que los utensilios de piedra abrieron nuevas fuentes de alimentos a los homínidos, permitieron alimentar mejor a sus hijos y ensancharon la vida social. La aparición de las herramientas fue otro punto crucial en el desarrollo de la humanidad.

A diferencia de los huesos, que solo algunos acaban fosilizándose, los instrumentos de piedra son prácticamente indestructibles, constituyen gran parte del registro prehistórico y son los testimonios más objetivos sobre los cuales se evidencia la conciencia técnica y se puede reconstruir el desarrollo de la tecnología desde sus orígenes más elementales. Lo que llamamos técnica no es otra cosa que la habilidad o pericia con que se realiza un trabajo para lograr mejores resultados, que ya abstraída como un concepto general, constituye el conjunto de conocimientos y aptitudes propios de la forma de trabajo que se denomina tecnología.

Homo habilis: el primer hacedor de herramientas


La primera industria lítica conocida es la llamada Cultura de los Guijarros (Pebble Culture) de Olduvai, o Industria Olduvaiense, como que es la primera manifestación de lo que se denomina cultura, característica tradicional con la que se ha venido señalando la condición humana. Aunque no hay seguridad de que fuera el Australopithecus o el Homo habilis el autor de esta industria, los ejemplares más tempranos aparecen hace dos y medio millones de años y dan origen al Paleolítico Inferior, ese larguísimo período conocido como la Edad de Piedra, que finalizó apenas hace diez mil años. Se trata de toscos guijarros o núcleos a los que, golpeándolos con otras piedras, se les hizo saltar lascas que sirvieron como cortadores y raspadores rudimentarios. Por esta misma época se registran las primeras evidencias de la existencia de nuestro género Homo, de allí que se hayan relacionado estas apariciones, porque representan la emergencia de la población humana ancestral y las primeras respuestas a las condiciones ecológicas del hábitat y a las alternativas del tiempo.




El barranco de Olduvai, en Tanzania, ha revolucionado la Prehistoria haciendo de África la cuna de la humanidad. Aquí Louis y Mary Leakey, paleoantropólogos que han aportado los descubrimientos más señalados sobre los orígenes de la humanidad, hallaron en 1959 el Zinjantropus (llamado ahora Parantropus boisei), homínido asociado con los toscos útiles de piedra y cuya edad triplicaba la antiguedad hasta entonces atribuida al hombre. En la década de los años sesenta, Louis Leakey, conjuntamente con el primatólogo John Napier y el paleoantropólogo sudafricado Philip Tobías, descubrieron en la Garganta de Olduvai un grupo de fósiles de homínidos con una gran capacidad craneana que va entre 590 y 690 cc. Basándose en este tamaño del cerebro, los científicos propusieron establecer un nuevo género, el género Homo, y dentro de él a una nueva especie , la del Homo habilis. Aunque otros especialistas cuestionaron si el aumento de la capacidad craneana era suficiente como para definir un nuevo género y cuan diferente era el hábilis del Australopitecus africanus - ya que los dientes de las dos especies eran muy similares - en la actualidad los paleoantropólogos han aceptado ampliamente esta propuesta. Desde el punto de vista evolutivo se puede decir, como dice Richard Leakey, que los humanos abandonaron el patrón del crecimiento simiesco cuando el tamaño del cerebro superó los 750 cc.
Cráneo de Australopiteco y de un Homo habilis

La capacidad craneana del Homo habilis sugiere, pues, que la evolución cambió de ritmo con la cefalización y la dentición se hizo más humana con la reducción de los molares y premolares. Leakey concluyó que, aunque los australopitecos eran parte de la ascendencia humana, este nuevo espécimen representaba el linaje que con el tiempo daría lugar a los humanos modernos. Las manos son esencialmente modernas, aunque la curvatura de las falanges indica que era una arbóreo ocasional. Parece que este primer constructor de utensilios, quizás aún no usados de forma sistemática, completó su dieta a base de vegetales - frutos, bayas y raíces - con carroña y piezas pequeñas, cuya carne cortaba con guijarros afilados.

Homo ergaster: el primero en salir de África

En 1975, al este del Lago Turkana, en el África central, se recogieron pruebas de un uevo tipo de homínido que existió entre 1,9 y 1,4 millones de años atrás y que coincidía con el período final del Homo habilis en el este de África. Era diferente de todo lo anteriormente conocido y fue identifocado como Homo ergaster y, aveces como Homo erectus africanus. Esta nueva especie tenía un cráneo más parecido al de los posteriores seres humanos, con una tapa del cerebro de unos 850 cc y una bóveda relativamente alta y redonda. Su cara si bien todavía prognata, era relativamente delicada y sus molares más pequeños que los de sus predecesores. En 1985 se produjo otro hallazgo espectacular al oeste del lago Turkana: se encontró un esqueleto notablemente completo de un Homo ergaster adolesceste, el "Niño de Turkana", que murió hace un millón seis cientos mil años.
Cráneo del Homo ergaster











Esqueleto reconstruido de un Homo ergaster

El Niño de Turkana murió probablemente cuando tenía 9 años, más o menos, ya que le había salido sus dientes permanentes en un grado comparable a un muchacho de 12 años. Midió alrededor de 1,55 m y de haber vivido hasta la edad madura se ha estimado que habría alcanzado la sorprendente estatura de 1,80 m. Su esqueleto era radicalmente diferente al de los primeros homínidos, poseía muchas de las características del cuerpo humano moderno y sus proporciones eran naturalmente parecidas a la de los esbeltos nativos de la actual región de Turkana. Como dice Tattersall, al fin había aparecido un homínido cuyo físico estaba claramente adaptado a la vida de las sabanas.

Hasta hace millón y medio de años las herramientas de piedra solo habían sido simples guijarros de los que se hacían saltar lascas de filo cortante para utilizarlas como cuchillos, sin forma específica. Con el Homo ergaster aparece un nuevo tipo de instrumento: el hacha de mano achelense - que se difundió de Olduvai al África oriental, nororiental y del sur, después a Europa occidental, a Oriente Próximo, al oeste de la India y Pakistán -, como que fue el tipo epónimo encontrado en Saint Acheul en N.O. de Francia del cual deriva su nombre. Estas hachas de mano eran talladas conforme a un modelo standarizado que existía en la mente del fabricante antes de empezar su fabricación, lo cual señala un gran paso en su capacidad cognitiva. Las hachas de mano son objetos grandes, mas bien planos y en forma de gota, cuidadosamente modelados por ambas caras para lograr una forma simétrica y manuable que permita los diferentes usos para los que fueron destinadas.

El Homo ergaster es el primero asociado al uso del fuego y, aunque las pruebas de su asociación primigenia son poco precisas, hay indicios de su uso hace millón y medio de años. La muestra más antigua son algunos adoquines y huesos quemados en un yacimiento sudafricano datado en 1,5 millones años. En Chesowanja (Kenia) se han encontrado bolas de arcilla quemadas que indican la presencia de fuego y están asociadas a herramientas de piedra, más o menos coetáneas. No obstante, se discute si el fuego en este lugar fue natural o producido. El problema, como dice Tattersall, está en que estos casos son asilados y tienen un millón de años o más que cualquier prueba concreta del uso del fuego en hogares, de manera que resulta dificil saber cuando fue producido y controlado. Mientras los instrumentos de piedra una vez inventados se convirtieron rápidamente en el repertorio de los homínidos, el uso del fuego ha sido intermitente hasta una fase bastante tardía. La primera prueba fehaciente de la domesticación del fuego es relativamente tardía y proviene de Terra Amata, un yacimiento al sur de Francia, junto a Niza, que tiene unos 400 milenios de antigüedad y fue probablemente obra del Hombre de Heildelberg, en el hogar de una cabaña - el primer refugio construido por seres humanos de los que se tiene noticia - que contenía piedras quemadas.

Homo Erectus: el hombre que sometió al fuego

A fines del siglo XIX, exactamente en 1891, el médico y anatomista holandés Eugene Dubois encontró en la isla de Java los restos del Homo erectus, al que denominó Pithecanthropus erectus de Java. En realidad, era un Homo erectus tardío que había salido de África hacía un millón de años. El Hombre de Java, como también se le llamó, era un primate grande, casi del tamaño de un hombre actual que caminaba definitivamente erguido. Su cráneo, con pronunciados arcos supraorbitales, se asentaba sobre un cuello poderoso y tenía la cabeza ligeramente echada hacia adelante y su prominente mandíbula poseía grandes dientes. Se le llamó el "eslabón perdido" y debió ser mucho más hábil que cualquier antropoide, pues sus áreas cerebrales profundas y de asociación eran más complejas y los mecanismos relacionados con la visión eran más desarrollados. La capacidad craneana del Hombre de Java era de 950 cc.

En 1927 Davidson Blake había hallado en la cueva de Chou K'ou Tien, en China - el primer yacimiento cavernícola conocido - los primeros restos del comúnmente llamado Hombre de Pekín, Sinanthropus pekinensis, también denominado Homo erectus sinanthropus, cuya capacidad cranenana era de 1000 cc. Posteriormente Franz Weindenreich quien, continuando con los trabajos de Blake, encontró los restos de 40 individuos, incluyendo 14 calaveras, 12 mandíbulas y 14 dientes. En 1974 se conocían cerca de cien individuos de todas las eddades y de ambos sexos. Sin embargo, lo más significativo del Hombre de Pekín es su colección de instrumentos, entre los que figuran piedras talladas a modo de cuchillos y lascas desvastadas para utilizarlas como puntas y raspadores. Como fabricante de herramientas había progresado del primitivo guijarro al hacha de mano, instrumento más eficiente aunque todavía muy tosco.

De excepcional importancia fue su asociación con restos de fogones y de huesos quemados, lo que demostraba que el Hombre de Pekín usó el fuego tanto para abrigarse - pues vivió en épocas de frío muy riguroso - cuanto para cocer sus aliemntos. Era ya carnívoro y necesitó también la ayuda de la cocción para digerir las grasas y la carne.

Los cráneos de Chou K'ou Tien fueron encontrados rotos por la base con el evidente propósito de extraerles la masa encefálica, lo mismo que los huesos de las extremidades que fueron fracturados longitudinalamente para sacarles el túetano. Todo esto hace pensar, según Koeningswaldt, que estos hombres tuvieron una costumbre muy humana: practicó el canibalismo. Parece también bastante posible la existencia de un ritual, lo que significaría la existencia de una creencia mágico-religiosa, ya que Bohlin y Blake encontraron que algunos de estos cráneos estaban llenos de pigmentos de ocre rojo y otros parcialemnte cubiertos con la misma sustancia. Esto estaría revelando que el Homo erectus ya un "culto a los cráneos", ligado a elocuentes signos de canibalismo, hace medio millón de años.

La cantidad de material óseo encontrado indicaba que el hombre de Pekín debió ser un hábil cazador, pues los desperdicios debieron atraer a muchas hienas, de las que se hallaron un millar de ejemplares. El Homo erectus utilizaba lanzas de madera para dar muerte a los animales grandes, a los cuales acorralaba usando antorchas e incendiando los herbazales. La tarea debió exigir operaciones previas y la cooperación de varos individuos, así como un "campamento base". Para ello debió poseer alguna facultad de comunicación, alguna forma de lenguaje esencial para enseñar a fabricar herramientas, ya que por burdos que hayan sido los artefactos, requerían de cierta técnica que era preciso transmitir, así como para coordinar las cacerías. Los hallazgos de Clark Howell en Ambrona (España) prueban lo dicho y, además, la gran expansión del Homo erectus en los continentes del Viejo Mundo.
En resumen, el Homo erectus aparece en África oriental hace 1,6 millones de años, se extiende al Cercano Oriente y se extingue en África y Eurasia hace alrededor de 200 mil años. A lo largo de este periodo su capacidad craneal pasa de 800 a 1200 cc. Fue el primer cazador organizado, utilizó el fuego y fabricó herramientas de forma sistemática. También fue el primero que vivión en campamentos estables y el primer homñinido migratorio. Ha quedado con el adjetivo ¿ya inadecuado? de "erectus" con el que se denominó a los primeros homñinidos hallados en el siglo XIX, puesto que la postura bípeda se había logrado ya mucho antes con el Australopiteco.

En 1997, la difusión del estudio sobre los descubrimientos de restos fósiles hallados en el yacimiento español de Atapuerca, en las proximidades de la ciudad de Burgos, revolucionó el campo de la investigación del proceso de hominización, al afirmar que hace 780 mil años ya existía en Europa especímenes del género Homo. Sus descubridores Juan Luis Arsuaga, Bermúdez y Carbonell atribuyen estos fragmentos fósiles a una nueva especie que han denominado Homo antecesor, la misma que sostiene fue ancestro directo de los seres humanos modernos y, de otra parte, de un linaje que condujo a los hombres de Neandertal. En todo caso, los restos del Homo antecesor son similares al Homo sapiens que cualquier otro homínido de su época.

Cráneo del Homo Antecesor


viernes, 23 de enero de 2009

LA EVIDENCIA FÓSIL DE LA HOMINIZACION (Parte III)

Adaptado de "El Primate Responsable" de Fernando Silva Santisteban

El Homo Neandertal y el surgimiento de las creencias religiosas

El primer cráneo de un adulto neandertalense fue encontrado en 1848 en una cantera del peñón de Gibraltar y se trata de un cráneo de mujer cuya capacidad era de 1080 cc. En el mismo lugar de descubrieron más tarde (1926) instrumentos líticos y el cráneo de un niño neandertalense de unos cinco años de edad. Después, cuando se encontró el cráneo del valle de Neander, cerca de Dusseldorf (Alemania) en 1856, no faltó quien asegurara que se trataba de un hombre anormal, pues si bien es cierto que se muestra humano a simple vista, es bastante diferente al de un humano actual: más bajo y alargado, lo que constituye la forma cerebral característica de la especie, con arcos superciliares juntos y prominentes a lo largo de la frente – el torus frontal -; tiene así mismo, en la parte posterior de la cabeza, otra prominencia larga y también muy notable como es el torus occipital. Tenía una nariz más grande y ancha que la nuestra, para calentar el aire gélido de su medio, así como poco prognatismo, careciendo casi de mentón y con el rostro ancho alrededor de la nariz.

El esqueleto del neandertal es en general más robusto que el del hombre actual, pero de estatura más corta: más o menos 1,50 m, aunque los hubo más altos. Las proporciones tanto de los brazos cuanto de las piernas eran algo diferentes a las nuestras, con huesos más cortos pero más gruesos. Algunas estructuras óseas indican que estaba provisto de potentes músculos.

Por el hueso hioides, similar al nuestro, algunos autores infieren el uso del habla por el neandertal, probablemente con un lenguaje primario, con cierta precisión en la articulación de las palabras y seguramente con numerosos y diferenciados conceptos, entre ellos los de los fenómenos naturales. Lo que sí es evidente es que el neandertal enterraba a sus muertos.

El hacerse cargo ritualmente de los muertos, dice Leakey, habla de una conciencia de la muerte y por lo tanto también de una conciencia reflexiva desarrollada. Asi mismo, su complejidad social, el tamaño de su cerebro y sus probables condiciones lingüísticas apuntan ya a escuchar esa voz interna que busca explicaciones para todo.

El neandertal usaba el fuego y sabía cómo encenderlo, excavaba hogares en el suelo de las cuevas, aunque sabía ya construir viviendas. Se vestía con las pieles de los animales que cazaba y lucía adornos. Fue el autor de las varidades de utensilios asignados a la industria y cultura llamada musteriense, que consitía en lascas retocadas, técnicamente más perfectas que las hachas de mano, y que caracterizaban al Paleolítico Medio. El Hombre de Neandertal vivió en áreas situadas entre el oeste de Europa y Asia central en la tercera época interglaciar (Riss-Würm) y en el cuarto período glacial ( Würm), entre 150 mil y 35 mil años atrás.

Homo sapiens idaltu: nuestro ancestro directo

Los hallazgos en Etiopía, en el poblado de Herto, en la región de Awash Medio (230 kilómetros del sur de Addis Abeba, la capital), por Tim White y otros investigadores de la Universidad de Berkeley (California) y del Natural History Museum de Londres. Su antigüedad ha sido estimada entre 154 mil y 160 mil años y se trata de los cráneos fraccionados de dos adultos y un niño. Los cráneos que tienen 1450 cc de capacidad craneana - poco mayor que el promedio del hombre actual - son mas largos y tienen arcos superciliares más pronunciados que los del Homo sapiens sapiens, por lo cual los investigadores los han considerado como pertenecientes a una subespecie y lo han denominado Homo sapiens idaltu. Idaltu significa "anciano" en el idioma de la región.
Señalan los expertos que, inconfundiblemente, estos fósiles no son neandertales y muestran que los primeros humanos de nuestra especie se desarrollaron en África mucho antes de que desaparecieran los neandertales europeos. Los hallazgos demuestran también que nunca se produjo la llamada "fase neandertal" en la evolución humana. La conclusión es que estos fósiles representan una transición de los homínidos africanos más primitivos a los seres humanos modernos, lo cual refuerza la hipótesis de que estos últimos evolucionaron en África y no en las diferentes partes del planeta.

Según Juan Luis Arsuaga, uno de los descubridores de los fósiles de Atapuerca (España), los neandertales y los humanos modernos conformamos dos humanidades diferentes, aunque muy similares en muchos aspectos. Dice Arsuaga que, a lo largo del último capítulo de nuestra historia, las dos especies vivieron en sus continentes respectivos, los neandertales en Europa y nuestros antepasados en África, que ambos se pusieron en contacto en dos ocasiones con resultados distintos y que, finalmente, tras 10 mil años de coexistencia, prevalecimos como los únicos seres humanos del planeta (Revista Nature, junio 2003)

Los seres humanos modernos y los inicios del arte

El Homo sapiens sapiens fue encontrado por primera vez en 1868 cuando unos obreros estaban ampliando la vía de Les Eyzies y cortaron un abrigo rocoso conocido como Cro-Magnon ("Agujero Grande", en el dialecto local) en la región de Dordoña (Francia); de allí el nombre de este tipo de hombre que vivían en Europa al final de la última glaciación. El hombre de Cro-Magnon produjo una cultura más avanzada que la de todos los anteriores porque heredó del Neandertal muchas técnicas en la elaboración de artefactos, de la vestimenta y desarrolló otras nuevas y eficientes tecnologías para trabajar la piedar y el hueso. El hombre de Neandertal estuvo a punto de convertirse en artista, es con él que por primera vez en la historia humana aparecen indicios de decoración, pero fue el de Cro-Magnon el que se reveló como una más que sugestiva, asombrosa capacidad estética, la cual precisamente caracterizó al Paleolítico Superior.

Se han encontrado restos de los primeros Homo sapiens sapiens en los yacimientos de Shinga en Sudán, Omo en Etiopía, Klasies River Mouth en Sudáfrica y Skhul en Israel y, basádose en estos fósiles, los científicos concluyen que el ser humano moderno ya había evolucionado en África hace unos 130 mil años y que en algún momento, hace unos 100 mil años, comenzó a dispersarse hacia diferentes partes del mundo por una ruta a través del Cercano Oriente.

La Eva Mitocondrial

Estudios de genética molecular indican que nuestra especie tuvo origen africano, posiblemente hace alrededor de 150 mil años, y el hecho de que las poblaciones africanas tengan más variedad molecular que las de los otros continentes estaría probando que el período en el cual el Homo sapiens adquirió su peculiar naturaleza se desarrolló más ampliamente en África que en los demás continentes. La denominada hipótesis de la Eva Mitocondrial se sustenta en el estudio del material genético o ADN que aparece en los diminutos organelos citoplasmáticos llamados mitocondrias que se hallan en todas las células. Las mitocondrias contienen sistemas enzimáticos altamente integrados que aportan energía para el metabolismo celular, es decir, para la vida misma de las células. Cuando en la fecundación se fusionan el óvulo y el espermatozoide, las únicas mitocondrias que van a formar parte de las células del embrión que se forma proceden del óvulo, de manera que el ADN mitocondrial se hereda solo por línea materna. Por determinadas propiedades que posee, el ADN permite seguir el rastro de sus estructuras hacia atrás, a lo largo de miles de generaciones hasta llegar a la abuela ancestral de nuestra especie, una mujer que vivió en África hace 150 mil años. Por cierto, no era una Eva solitaria, pues tuvo que vivir con su Adán entre una población de 10 mil personas. Por su parte el paleoantropólogo Rick Gore, basándose en las huellas dejadas por el Homo sapiens sapiens en un duna al borde de la laguna de Langebaan (Sudáfrica), estima la antigüedad de 117 mil años para nuestra Eva, lo que convierte a sus huellas en uno de los mayores vestigios fósiles de humanos anatómicamente modernos.


La expansión de Homo sapiens sapiens
Lo que podría llamarse como la etapa de despegue del Homo sapiens sapiens por el mundo empezó hace 50 mil años, cuando se incrementó la cultura por encima de la evolución biológica. El Homo sapiens sapiens desplazó al Neandertal de Europa hace 35 mil años. Por esa misma época, aprovechando los cambios climáticos de finales del Pleistoceno, emprendió una serie de migraciones que incluso lo llevaron a colonizar América a través de Siberia, y Australia a través de los estrechos de Timor. Así, los humanos llegaron a Norteamérica hace 35 mil años y a Australia hace 33 mil.


Los sapiens europeos eran cazadores, pescadores y recolectores que vivían de los recursos que les ofrecía el entorno en los fríos tiempos de la última glaciación, en los que la vida constituía una dura lucha por la supervivencia. Pero los cro-magnones eran cazadores hábiles y la abundante fauna de su entorno les ofrecía practicamente una fuente inagotable de recursos. La cantidad y variedad de los huesos de animales encontrados en sus campamentos y en las cavernas donde se refugiaban no tiene precedentes. Huesos de pájaros y de peces que aparecen por primera vez son evidencia de la variedad de su dieta carnívora. Conocían los hábitos de sus presas y practicaban diversos métodos para cazarlas, lo que se deduce de la ubicación de sus campamentos y de los animales que representaron en las paredes de las cavernas.
Aspecto importante de la socialización y que aparece por primera vez en la historia humana es el testimonio de la distribución de los bienes de consumo, como lo prueban el hallazgo, en una localidad de Francia, de los restos de un solo animal distribuido entre tres diferentes yacimientos, con fogatas separadas por centenares de metros y presumiblemente ocupadas por diferentes familias.